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A veces, las puertas no miden dos metros diez.

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Reflexionar sobre la altura de una puerta permite acercarnos otra vez a la escala de lo humano, trabajar con la intuición, el oficio y distanciarnos de complicados conceptos sobrehumanos que invaden  la nueva arquitectura, tildada de escenográfica y espectacular, donde el visitante  siempre queda eclipsado.

En el dibujito de Le Corbusier, el que observa por primera vez, entiende el  juego entre un padre y su  hijo. Sin embargo, una segunda mirada nos hace pensar acerca del tamaño de quienes la usan y de su función en un determinado contexto.

En el croquis, la altura de las  puertas es una propuesta de proyecto del arquitecto que abre a los usos posibilidades y necesidades inesperadas, con capacidad de provocar en el cliente, que es el receptor, otras formas sugerentes de entender los espacios.

En la primera imagen queda implícito el concepto de cómo pensar y sentir un lugar para que sea habitado por diferentes modelos de individuos, dejando atrás la idea que una puerta siempre mide dos metros diez de altura, en cualquier caso.

La decisión que toma el arquitecto para concretar sus dimensiones, es capaz de convertir la distancia que separa a la arquitectura y el hombre, en sentimiento. La altura de su umbral puede hacer sentir al visitante: grande, importante o mediocre.

 Una puerta siempre define el final de un espacio y el inicio de otro, pero su función  no es únicamente limitadora, a veces, sus proporciones y su decoro son la antesala del lugar que encierra tras ella.

En la iglesia de Marco de Canavezes, el que atraviesa la puerta de acceso, descubre el misticismo que   envuelve al lugar en el mismo momento en que discurre su acción. La diferencia de altura entre hombre y puerta es una metáfora de la grandeza de Dios frente a lo terrenal. Es más espiritual este umbral que el propio altar provisto con la iconografía de la cruz de los cristianos. Dios está más en la puerta que en el ápside, bajo su umbral todos parecen más creyentes.

La puerta de acceso a la iglesia, concreta la importancia del programa del edificio en la ciudad y de quienes están a su paso, lleva intrínseco el mensaje: para quién es y para qué sirve.

Contigua a ésta, observamos un segundo paso de menor altura y más cercano a la altura del hombre. Es una puerta de menos importancia simbólica, práctica y seguramente de servicio.

La segunda imagen nos remite al dibujo de Le Corbusier, lo que se proponía como un juego, ahora Alvaro Siza lo convierte en arquitectura. Las proporciones entre padre-puerta alta, hijo-puerta baja son las que Siza propone entre puerta de acceso- Dios, puerta de servicio-hombre.

El modulor en la imagen de Marco de Canavezes es el creyente que atraviesa el umbral y determina  la escala de ambos pasos.

…Y simplemente Alvaro Siza decidió darle inmensidad a la altura de la puerta de acceso y dejar bajo el paso contiguo. El lugar derivó en complejidad y sugerencia en tanto a tan simple decisión, que sólo se aprende desde el oficio, y quizá, observando un dibujito, nunca desde programas generadores de arquitectura fantástica.